FIESTAS DE ADORACIÓN
Quinamayó, corregimiento de Jamundí, Valle del Cauca, celebra en el mes de febrero Las Fiestas de Adoración al Niño Jesús. Una tradición heredada de generación en generación desde la época de la esclavización. Una fiesta ancestral donde el derroche de música, danzas a ritmo de juga, poesía, oraciones y juegos pirotécnicos congregan a lugareños y visitantes, porque en febrero nace el niño Jesús en Quinamayó.
A partir de la segunda semana del mes de febrero de cada año, en los territorios afrocolombianos del sur del departamento del Valle y norte del departamento del Cauca, se celebran las FIESTAS DE ADORACIÓN AL NACIMIENTO DEL NIÑO JESÚS, en medio de jugas, cantos de alabanza al Niño Jesús, a San José y a la Virgen María, inspiradas en las letras que las tatarabuelas tomaron de los romances hispánicos o de versos que componían con el objeto de conmemorar el nacimiento. Los turistas se involucran al intentar replicar la gracia y la soltura de la danza que los negros realizan al mover sus cuerpos y cada uno de los pasos que identifica el tradicional baile.
El significado de estas fiestas se remite a la época de la esclavización, cuando el negro mezcló su pasado africano con las tradiciones españolas. Cuenta la tradición oral que… “en la época de la esclavitud los amos no dejaban participar a los negros en las fiestas decembrinas, donde los esclavos solo servían a los invitados en las fiestas de los blancos. El amo permitía que el negro celebrara en una época distinta a diciembre recurriendo el negro a su inventiva para celebrar el Nacimiento del Niño Dios en el mes de febrero”. Para justificarlo, de acuerdo con la historia bíblica, en algunos asentamientos “esconden al Divino Niño para protegerlo de Herodes y lo sacan en el mes de febrero para adorarlo”, según testimonios de las matronas como Petronila Viáfara o investigadores como Andrea Pérez Echeverry.
La fiesta es un acontecimiento alrededor de una procesión que recorre las calles y “descubre” al Niño Jesús, María y San José, escondidos en diferentes “pasos” para integrarlos a un desfile. A ritmo de jugas las matronas cantan versos que la comunidad responde y juntos rematan los coros. De ahí surge el significado baile de La Juga, como principal medio del festejo que finaliza en el baile de la Mula y el Buey.
La fiesta arranca a las 10 de la noche. Una pequeña nacida en la localidad, que representa la estrella de oriente, marcha a la cabeza. María y José también son niños, en medio de otros menores vestidos de ángeles y de soldados protectores del Mesías. El jolgorio parte del centro del corregimiento y llega hasta la vía que comunica con el corregimiento de Robles. Luego avanza unos 500 metros y termina frente a la casa de Mirna Rodríguez, matrona de la zona.
Aquí el goce es con jugas, ritmo ancestral que libera sus tragedias a través de la música y el baile. Mientras suena una melodía contagiosa, plena de vientos y tambores, los músicos recogen a las cantaoras mayores para hacer los arrullos y alabaos para el Niño que está por nacer: “Ese niño quiere que lo arrulle yo Que lo arrulle su madre La que lo parió”. “A ro ro mi niño A ro ro mi Dios Duerme vida mía Duerme gran Señor”, entonan con su voz acompasada las cantaoras. Justamente cuando acaban los arrullos se da paso a la Juga, una invitación a mover el cuerpo, donde decenas de espontáneos invaden la calle principal y comienzan a danzar con los pies arrastrados y las manos atrás porque así bailaban los esclavizados. “Como tenían cadenas en sus pies no podían expresarse con saltos y por eso el baile es ‘arrastradito’ y las manos atrás es por el respeto que se le tiene a la mujer”.
Animados por trompetas, las bombardinas y el clarinete los participantes de las Adoraciones bailan juga hasta el amanecer, en un pueblo de trabajadores de la tierra y también de mineros que parece haberse quedado detenido en el tiempo. La polvareda en sus calles, los ranchos con solares largos y techos altos y la alegría de sus gentes son una invitación a la memoria que no se quiere extraviar. Queda a una hora de Cali y a solo 20 kilómetros de Jamundí. Durante 4 días Quinamayó se transforma en el punto de encuentro más importante de los alrededores llegando visitantes de Robles, Villa Paz, El Hormiguero, Navarro, San Antonio, Potrerito, y municipios cercanos con alta población afro que disfrutan de la festividad.